jueves, 30 de mayo de 2013

Canarias por un día

Una chica espera sentada en un banco. Es 14 de febrero. Su novio lleva tiempo con sus cosas, sin hacerle caso, sin ganas de verse con ella, muy extraño, dejándola de lado en definitiva. Hoy la ha citado para colmarla de regalos, de besos, de canciones. Cada año hace lo mismo; se pasa los meses pensando en otras mujeres, diciendo que es libre, que le gusta pensar en ella como mujer de pertenencia, pero no como referencia. Con quien vive, a quién disfruta, pero una más. Su pareja piensa que tiene que vivir la vida, ser universal. Le gusta mucho viajar por otras mujeres. En todas ve detalles que le gusta, sin valorar especialmente a su novia, la que siempre está con él. La chica lo acepta, se asimila y ha aprendido a disfrutar de ese 14 de febrero.

Cambiemos el 14 de febrero por el 30 de mayo, pongamos en el papel del novio a algún canario que solo lo recuerda porque es 30 de mayo y hay que comer "pescao salao", carne de cochino o vino del país. Coloquemos en el papel de la novia a Canarias. Sustituyamos el sexo, si así lo desean, para no caer en el machismo militante, que cree que la mujer es un ser más frágil. Algo que no es verdad, por otra parte. Tenemos como resultado, la historia de un amor por un día. Como el Día de Canarias.
Mural con tema canario en el IES La Rocha (R.V.)

¿Celebrar o no celebrar?
En Canarias tenemos la extraña tendencia a buscar el respaldo externo para que nuestras celebraciones tengan "pedigrí". Nos tienen que decir que una celebración "atrae turismo" para que sea rentable. Para sacar las banderas, el traje de maúro (mago en Tenerife) y decir a voz viva que ser canario es un orgullo, tiene que mediar un Día de Canarias. Un día, por cierto, que por coincidencia de fecha celebra la firma del Pacto de Calatayud, o lo que es lo mismo la rendición de nuestro pueblo originario. También coincide con el 30 de mayo de 1982, día en que se puso en marcha el Estatuto de Autonomía. Un Estatuto con autonomía limitada y con mentores venidos de sectores pro franquistas. No cabe recordar el 30 de mayo, sin tener la memoria histórica de lo que pasó ese día.

Estos días previos al Día de Canarias, he leído con interés las reflexiones de Josemi Martín en Tamaimos y del periodista Enrique Bethencourt. Josemi alude desde el sarcasmo, a las distintas campañas organizadas por algunos colectivos sociales contra la celebración del Día de Canarias. Bethencourt se centra más en la dicotomía entre celebrar o no gastar en tiempos de crisis. Mi postura difiere de ellos, pero entiendo el mensaje. Porque a pesar de que el 30 de mayo no sea la fecha idónea, no deja de ser un día tan bueno como otro para reivindicar la canariedad. Porque igual que no comparto ser canario solo el 30 de mayo, tampoco voy a dejar de serlo y disfrutarlo este día porque Guanarteme haya firmado un papel en Calatayud o porque una representación del cacicato tradicional canario firmara un ruinoso Estatuto, acomodado a sus necesidades. 

Un encuentro
Los Días de Canarias, sirven por ejemplo para recordar el lugar donde vivimos. Pensamos mucho en lo que tenemos, pero poco en lo que somos, cómo sentimos y cómo nos expresamos. Para eso es un día único, por lo menos hasta que exista otro, que debe nacer. Además, los que hemos recorrido institutos en esta época para hacer murales con los alumnos sobre temas canarios o para compartir alguna charla, sabemos de la ocasión única para difundir una parte de nuestra forma de ser, para mostrar nuestros signos, a veces poco conocidos y para plantar una pequeña semilla de resistencia, ignorada completamente en los planes de estudio.

Mi receta es no olvidar que este día se celebra la derrota canaria. Como dice aquel viejo lema, ningún pueblo celebra su derrota, haya ocurrido hace 30, 100 o más de 500 años. Pero también, no olviden dónde estamos y quiénes somos. El encuentro con la tierra, no es solo un día sino todos los días. Pero todos los días, sin excepción.

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